Caso real 2:
“Once de la noche, intento dormir y por
el hueco del patio de luces de mi casa me sobresaltan las voces de un padre enfadándose
con su hijo, que por la voz podía deducir que tenia no más de 9 años, por lo
visto el padre quería conseguir que su hijo comiera y para ello se valía de una
de las tácticas más comunes y neolíticas de la humanidad; amenazas, gritos y
humillaciones.
-¡Come Sergio!- Se le oía gritar al
niño que ante tal actitud ya no gozaba ni abrir la boca- ¡Come o te arrancare
la cabeza!- le amenazaba sin parar- ¡Maldita sea, con la suerte que tienes de
poder comer, eres un imbécil, come por qué vas a cobrar!- volvía a gritar.
En el momento en que se produjeron estos
hechos, yo no estaba sola, la persona que me acompañaba, que también, cuando
era pequeño, había pasado de todo a todos los niveles, me comentó que ese hecho
le parecía algo normal, ya que él mismo lo había vivido de esta forma en su
momento e incluso con peores consecuencias. Pero a mí no me dejó indiferente, a
mi que mi madre sí que alguna vez me regañó, me recordó que los negritos en el África
se mueren de hambre y tantas veces me sacó para cenar lo que no había querido
comerme para comer, me llamó la atención, a mi nunca, ni mi madre ni mi padre
me habían dicho que me iban a arrancar la cabeza por no comerme el pollo (Como
bien diría Belén Esteban).
Y mis preguntas se incrementaron ¿Qué
hacia un padre tratando así a su hijo? ¿Finalmente conseguiría su objetivo de
esta manera? ¿Con que consecuencias? ¿Si nunca esta táctica le había valido de
algo, que hacia un niño a las 23:00h cenando aun? ¿Cómo le afectará esto a su
hijo a lo largo de su vida? ¿Tendrá el
niño el mismo comportamiento cuando le toque desempeñar un papel de padre? ¿Tenía
alternativas su padre antes de decir a su hijo que iba a descabezar-lo? ¿Cuáles?
Paradójicamente eran preguntas, que
en mi charla realizada el viernes
anterior, sobre la nutrición de los niños a los padres, había intentado
observar y resolver. “
De modo,
que aunque tenía otro tema pensado para este post, me puse a investigar, con el
fin de hallar una solución.
Como introducción y para que sirva de precedente, aunque muchos padres crean lo contrario, les convendría
poner en su listado de conocimientos por aprender, que un niño, a lo contrario de un adulto ni tiene la misma necesidad nutricional
que un adulto, ni se alimenta con el mismo objetivo, y además, aunque no lo
crean, un niño (sin patologías diagnosticadas paralelas a este tema) tiene la capacidad de saber cuando tienen
suficiente material nutricional en su cuerpo.
De adulto a mayor
En resumen,
decir y dejar claro a los padres que los adultos comemos para reemplazar
nuestro gasto calórico a lo largo del día, es decir, si gastamos 1000 calorías
durante el día consumimos otras 1000 para remplazar las que hemos eliminado, y
que por lo tanto nuestro objetivo es controlar que la dieta sea variada y baja
en toxinas, para evitar esos molestos aumentos de peso.
En cambio en
el niño, la necesidad nutricional varia, en el sentido de que un niño se
alimenta con la necesidad de crear más musculo, más hueso, etc.… para poder
realizar su pleno crecimiento, por lo tanto sus proteínas, por ejemplo, vendrían a
tener una función plástica, y no compensatoria como en el caso de un adulto.
Sabe decir basta
Bueno, esto
crea alguna polémica, cuando lo comento en las charlas a padres o en pacientes
a los que lo he hablado, el niño sabe perfectamente cuando tiene que decir basta. Es una capacidad con la que nacemos, y
que nos ayuda por ejemplo en el caso de que la mayoría de los padres tienden a
llenar el plato del niño como si fuera un adulto más en la mesa, y el niño es un niño, no necesita tanta comida como su padre. Al fin y al cabo, ¿las madres nunca habéis observado como vuestro bebe lactante, cuando tenia suficiente, aunque quedaba leche en el pecho, sacaba el pezón de su boca de manera instintiva?
Un niño, que ha de ser sano, sin problemas de obesidad, debe comer en su justa medida según su edad.
Un niño, que ha de ser sano, sin problemas de obesidad, debe comer en su justa medida según su edad.
Uno de los errores
mas marcados en esta sociedad, que en mi opinión es heredado de los abuelos de
nuestros padres, que tanta hambre pasaron en la guerra y en la post guerra, es “Deja
el plato limpio!”
Bueno, este hecho del “plato limpio” (como yo lo
llamo) no conduce a nada más que a que el niño ingiera demasiada comida, y a lo
largo de su vida, pierda la capacidad de parar cuando alcance el punto de
sentirse saciado, y coma hasta terminar un plato que es por lo general
excesivo, por lo tanto, será más propenso a los problemas de sobrepeso.
¿Como diferenciar si deja de comer
por capricho o porque esta saciado?
Bien, es
tan fácil como observar que el niño que
esta saciado de la col con patata que se le ha servido en el plato y que no ha
podido terminar, no va a reclamar un postre después o bien en caso de ofrecérselo
no lo va a aceptar.
El niño que no come su col por
capricho y que no se ha saciado va a reclamar su postre o a aceptar lo que después se le
ofrezca en caso que le guste.
Un niño que no come porque está
enfermo, no va a comer nada,
ni siquiera lo que le gusta.
Hablo en términos
muy generales, pero según mi experiencia, lo
ideal es que el niño pueda terminar el plato que tenga delante libremente (en su ración adecuada y después
gozar con su postre, que no tiene por qué ser dulce todos los días, una
pieza de fruta le brindara la oportunidad de crear un habito en el que lo
ayudara siempre, comer fruta todos los días.
No a las recompensas
Este también
es un hábito que después, cuando se trata de comer lo que al niño no le gusta,
es una zancadilla. Dar a un niño la
comida que le gusta para recompensarlo por sus buenas notas en matemáticas (por
ejemplo) es un grave error.
Con este
hecho potenciamos que el niño vea el comer como una recompensa u obligación (depende
como se mire) y además aprenderá a valorar más su hamburguesa con patatas (que
le habrás dado como recompensa) a un trozo de merluza que le tocaría ese día.
Hecho que después es un dolor de cabeza el día que intentamos que se coma la
merluza que le gusta menos que la hamburguesa. Recuerda que comer no es ni un
juego ni una obligación, es una necesidad esencial.
Si sientes
que has de recompensar-lo, felicítalo, dale cariño, llévale al parque de atracciones,
etc.… pero nunca cambies cariño por comida.
No saques lo mismo que se ha dejado
antes para la posterior comida
Este hecho solo potencia que el niño
observe el comer como algo negativo y traumático, además, no puede tener el habito
de comer las lentejas para cenar (por ejemplo), ya que hay alimentos que son más
llevaderos ingeridos por el día que por la noche pues resultan más pesados, por
lo tanto no le estas fomentando nada, ni un habito tan siquiera, solo que comer
es traumático.
Lo que se
ha de hacer es poner un horario para
comer, tener una hora concreta, pasada
esta hora, se le retira el plato, tranquila, va a comer más en la merienda
o en la cena, pero nunca, le substituyas
el plato que les has puesto en un inicio por algo que sabes que va a comer
seguro por el simple hecho de que le gusta más. Tu objetivo es que se coma las
legumbres (por ejemplo) no comer, comer va a comer más en la siguiente comida,
no te preocupes, pero si cada vez que
deseas que se coma las legumbres cambias de objetivo y estrategia va a pensar
que no tienes ni idea de lo que haces.
Come lo primero que pilla cuando yo
no lo veo
Bien pues, en este punto tu eres la responsable, tu
eres la que llenas el carrito de la compra todos los días que vas al
supermercado, si en tu despensa hay dulces es porque tú los pones en ella y
por consecuente el niño tiene un acceso
libre a ellos. Con ello no quiero decir que no los tengas en ella, sino que
debes aprender a enseñar al niño que no es malo comer dulces, pero una vez a la
semana. Si por ejemplo un día de postre le vas a dar una magdalena, dásela, si
se la come antes de ese día por que la ha encontrado en la despensa, el día que
le hubiera tocado no le des otra magdalena, dale una fruta, por ejemplo.
Deja que sea el niño quien elija
Bueno, si se cumple bien el paso anterior en este
paso no se presenta ningún problema, por ejemplo en el postre, deja que elija
entre tres variedades de fruta, plátano, pera, manzana (por ejemplo) de
esta manera le haces participe del hecho de comer y le inculcas un habito que
le acompañara toda la vida.
Amenazas
Bien, en
este caso, el de Sergio, no soy psicóloga pero en mi opinión podría afectarle a que siempre va a tener el hecho de
comer como algo negativo, y siempre va a asociar a su padre con este hecho.
Bien, el
padre seguramente es el que trabaja, su madre se queda en casa, y cuando el
padre llega se enzarzan todos los días hasta largas horas de la noche en una
pelea infinita que no concluye ni sirve para nada, ya que la pelea ha de volverse
a repetir el día siguiente para que él coma, y además repleta de amenazas.
Este hecho
crea ansiedad al niño, aparte de que su padre es el único malo de la película para
él, ¿Dónde está su madre en ese momento?, el que lo castiga, el que lo obliga,
y el que le “arranca la cabeza por no comer” por lo tanto, poniéndome en el
lugar del niño, si tuviera a un plato de un alimento que no me gustara en
absoluto, un hombre gritándome y amenazándome al lado, y llevara más de dos
horas sin haber comido nada, no creo que me lo comiera, creo que la ansiedad
seria tanta que el estomago se me cerraría, y pensaría, “son las once, a las
doce mi padre se irá a dormir, así que esperare a que pierda la batalla”
Realmente no gana el padre esta
lucha, por mucho más que grite, sino el niño, que seguramente tras el cansancio
del padre consiguió lo que se propuso: no comer lo que le habían puesto.
Lo más
triste es que este niño, por desgracia, seguramente
va a realizar la misma táctica el día que le toque a él ser padre, y en algún
lugar del país volverá a gritar y a entrar en largas peleas que nunca van a
terminar.
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